Sin nombre, comenzaron a aporrear humildísimos instrumentos en una fábrica de camisas de Julio Abramowski, padre de quien se convertiría en El Polaco, un cantante dotado de mucho histrionismo y pocas cualidades vocales. Mientras Huevo reproducía yeites bluseros en una réplica de Tomahawk marrón clarito enchufada en un ignoto amplificador Studio menos potente que un walkman –ambos engendros únicos y nunca más vistos en la historia del rock--, el nuevo integrante, Gustavo, enchufaba un extraño bajo blanco en el Alarsonic por el que además se amplificaba la voz de El Polaco. Por aquellos días posteriores al Mundial de Fútbol Italia 90, El Regreso del Coelacanto fue aceptado como nombre –el primer gran error de la banda—luego de que a una prima de Gustavo le pareciera que era una buena denominación (¿lo habrá pensado en serio o sólo quería joder?).
En este marco, la banda sufrió su primera deserción, cuando sólo había en su repertorio cuatro temas: un engendro punk llamado “Hijos al inodoro”; un penoso rock and roll pseudoclásico que contaba las vivencias de los por entonces incipientes músicos titulado “(Dónde te metiste) Púa maldita?” y algún cover de Los Violadores como “Bombas a Londres”. El proyecto no pintaba importante, pero alcanzó para sacar a Mariano de su habitación, desde donde se dedicaba a molestar –la verdadera vocación de este joven aunque luego haya terminado la carrera de medicina-- a los vecinos de su edificio aporreando su batería sobre temas de Los Beatles y Los Pericos.
A los cuatro meses, en 1991, la banda debutó como cuarteto y así tocó con inmerecido éxito en el circuito de pubs de Rosario, desarrollando una extraña suerte de rock y blues. A finales de ese año, Luciano (cuyo nombre de guerra sería El Teto) ingresó tocando la armónica en el tema Rastrojero, en un recital en la terraza de la facultad de Ciencia Política.Crésase o no, la banda ganó rápidamente un lugar desfachatado en el circuito de Rosario. Si bien en sus inicios se volcó claramente al rythm and blues, y el country rock americano --aunque en toda la historia del grupo nunca hubo un género que pudiera considerarse excluyente o único-- con el tiempo viró en busca de ritmos folclóricos de cualquier lugar del mundo tocados con sangre rockera, abriendo un espectro capaz de combinar chamamé y candombe con melodías celtas u orientales. En ese tren, bautizado como rokanrroboceltapankofolcloredelmundoenclavederrock apuntó a profundizar la mezcla de instrumentos acústicos y tradicionales (acordeón, mandolina) con guitarras saturadas. Para esto fueron clave las incorporaciones de Sebastián en violín, en 1992, y Naki, que de tocar algunos pianitos se volcó preferentemente al acordeón a piano. En esos años incursionó por un tiempo el percusionista y cantante Moloto. La banda crecía.
En noviembre de 1999 editó en forma independiente “Seguí Participando” y formó parte del CD “Bandas en Puerto” con otras seis bandas ganadoras de un concurso municipal. Así superaron la desazón de un concurso similar que había tenido lugar cuatro años antes, en una fatídica noche de 1994 en la que todo había salido trágicamente. El público, no menos de 6.000 personas, esperaba enfervorizado la presentación –los pibes eran al menos simpáticos—pero la banda no pudo cumplir. Como contrapartida fueron, varios años después, honrados al compartir un escenario con Leon Gieco, con quien interpretaron dos temas tres días antes de terminar el siglo pasado, en un Monumento a la Bandera colmado por más de 25 mil personas.
Al cumplir diez años y con un disco en su haber, la agrupación sufrió otra deserción al partir Seba hacia Irlanda. Maxi tomó su lugar. En noviembre de 2001 se editó en forma independiente “Esperando que caiga la pelota”, una síntesis de la propuesta musical de la banda. Al año siguiente se rodó el video de “Te conozco de algún lau”, con producción y dirección del Teto y el Polaco, y la mágica colaboración del cineasta Fernando Zago. Pero antes la banda sufrió otra deserción: Gustavo partió a mediados de 2003 a buscar otros rumbos a España, como tantos argentinos que se sintieron asfixiados por la crisis. Su lugar fue ocupado por Fernando Carazo, bajista de Abrepuertas, quien dejó la banda ocho meses después.
Para uno de los shows más importantes que dio la banda, como teloneros de Arbol en El Teatro de Buenos Aires, en junio de 2004, ya estaba en la banda el niño Lisandro, bajista actual, con quien se está componiendo material para el tercer disco, que será producido por Pablo Romero, cantante y percusionista de Arbol.
Con los vaivenes propios de la crisis argentina El Regreso del Coelacanto sigue resistiendo, alternando buenas y malas. Pero siempre con dignidad, la frente alta y sabiendo que la gloria espera a la vuelta de la esquina. Sería bueno saber cuál es la esquina...
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24 septiembre 2007
El Regreso del Coelacanto
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