Los Videos de Peter!

20 julio 2007

Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota


Los Redondos son los auténticos sobrevivientes de una época en que a una veintena de grupos se los conocía con el denominador común de "rock nacional", descendiente directo de la "música progresiva nacional". El espíritu que rondaba por aquella época era el de una comunión conceptual entre los jóvenes. No tanto en torno a una cultura de música en particular, que lo había bien variado, sino alrededor de un proyecto de vida y en contra de la represión que se centraba en el público joven que asistía a estos conciertos. Mantuvieron una histórica trayectoria independiente, mientras veían subir y bajar estrellas inventadas, apoyadas y empujadas desde el escritorio.
Hace aproximadamente dos décadas, Los Redondos impusieron su mensaje en el oído y la cabeza de las multitudes y se convirtieron en una de las bandas más vendedoras del mercado sin negociar sus vidas ante el ojo idiota. Eligieron el silencio- por considerar a los medios como parte de la superestructura maniobradora del arte- y nunca entregaron al hombre que está detrás del personaje. Su acceso a la popularidad los expuso a mentes sectoristas, de cierta parte de la prensa y del público, que llegaron a acusarlos por cometer una blasfemia contra la cultura y el sentimiento underground. Pero, bien sobrellevaron esos planteos inútiles y adaptaron su cuerpo a las nuevas circunstancias, sin alterar su alma subterránea, solitaria e independiente.

Los Redondos, hoy, es una empresa que siguió adelante con estos ideales y los chicos de ahora, como los de hace 25 años, se sienten identificados con esas premisas.

HISTORIA DE LOS REDONDOS: LOS COMIENZOS

Despertaban los años sesenta y en La Plata, un reducido grupo de jóvenes se reunían nada más que por el hecho de estar juntos y enaltecer al dogma del encuentro. Discutían, hablaban sobre la vida, disfrutaban de la mutua compañía y llevaban a cabo una gloriosa rutina que, más tarde, iban a recordar con velos de melancolía.

Primeras horas del hippismo en el mundo. El grito por la libertad en la vida y en las expresiones del arte extendía cada vez más su eco. En Argentina, asomaban las primeras convulsiones contra el hábito institucionalizado y la doliente realidad tristemente encubierta. Pleno proceso. En La Plata la situación se agudizaba al ser una ciudad con grandes concentraciones obreras y un alto porcentaje de población universitaria. Represión. Desapariciones. Muerte. El ánimo de resistencia impregnaba la sangre de los jóvenes de la época. Con el tiempo muchos lo fueron perdiendo. Otros lo conservaron intacto, aún cuando las condiciones de su existencia cambiaron.

En el comienzo era tan sólo una reunión de amigos. Cualquiera podía ser el lugar de encuentro y la música expresaba su alegría de convivir; pero la voluntad de formar una banda todavía no pesaba en sus cabezas. De todos ellos quedaban el Indio Solari y la Negra Poli, la incondicional ingeniera de toda la estructura física y espiritual de ese místico personaje que es Patricio Rey, nunca abandonado por Los Redonditos de Ricota.

También estaban Rocambole- más tarde dedicado a ilustrar el arte de tapa de los discos y las escenografías de los shows- y el hermano mayor de Skay Beilinson. Un día, decidieron abandonar juntos su devenir platense, aunque más no fuera por un tiempo. Cargaron con sus bolsos y algunos instrumentos y partieron hacia las playas de Villa Gesell. Ya en el verano de 1965, la misma costa había sido invadida por artistas que cantaban "otras cosas". Ese año, nacía el rock nacional como una nueva pasión que primero sorprendió y, más tarde, nucleó a los jóvenes bajo un mismo movimiento.

"Nosotros vivimos la cultura rock desde el primer momento y, para Los Redondos, el rock no empezó después de Malvinas. En el principio fue la voz alternativa de un artista; era underground", dijo el Indio Solari en una de las pocas oportunidades en que dio la bienvenida a un micrófono.

Después de ese verano, levantaron su equipaje y se encaminaron hacia la búsqueda de nuevos aires. Estaban llenos de energía y querían seguir haciendo cosas juntos mientras pudieran. Su andar errante se detuvo en Tandil, más tarde en los aledaños de la Sierra de la Ventana donde vivieron varios meses.


LA COFRADÍA DE LA FLOR SOLAR


Cuando se hartaron de su exilio y empezaron a sentir nostalgia de la podredumbre urbana, volvieron al punto de partida. De todos modos, las calles de La Plata no pudieron llamar su atención. Entonces- siempre unidos- se adhirieron a La Cofradía de la Flor Solar, una comunidad independiente que había surgido hacia fines de la década del sesenta como una alternativa de vida diferente, casi anarquista, enfrentada a la establecida. Sus miembros compartían una experiencia existencial más vinculada a las tradiciones y prácticas orientales que al patrón occidental. La Cofradía se convirtió en una de las primeras comunidades musicales que, más tarde, proliferaron en nuestro país. Pero esta aventura no duró mucho tiempo. El Indio, La Negra y los incipientes Redonditos, abandonaron el olor a incienso y se instalaron en su propia chacra en Tolosa. Allí comenzaron a gestar una movida en torno a ellos. De vuelta en La Plata, se rodearon de nuevos camaradas. Muchos formaban parte de grupos de teatro alternativo, otros eran periodistas; había músicos de rock, otros músicos y simplemente amigos. Así fue como en la "capital enmudecida", en un recóndito lugar entre sus esquizofrénicas diagonales, se ponía en marcha una singular historia, con ímpetu suficiente como para trascender hacia los límites imaginables en ese entonces.

Nacía casi una leyenda. "Descubrir nosotros mismos la historia de Los Redondos sería descapitalizar la cosa porque siempre sería una realidad parcial, ya que cada uno tiene su propia historia. Por eso, lo que más nos interesa son las historias creadas por otros", dijo tiempo atrás el Indio Solari, fundando las bases de una postura de resistencia, de cierto recelo frente al periodismo en cuanto representa un circuito de difusión ajeno a su concepción más pura del arte.

Entonces la banda empezó a sonar. Las apariciones surgían de improvisto (la primera mezcla de música, actuación, baile y recitado tuvo lugar en el Teatro Lozano de La Plata) asaltaban un lugar sin muchos anuncios ni anticipaciones. Los amigos-espectadores, terminaban siendo muchas veces figuras fundamentales del espectáculo. Sobre el escenario, los músicos terminaban confundidos con el público. No bajaban de una docena los que subían a tocar y otros tantos se convirtieron en regulares monologuistas de sus shows posteriores. Todo eso terminó promediando la década del setenta. Como nunca, los jóvenes pasaron a ser blanco de hostilidad institucional en todos los niveles. Se multiplicó sin precedentes la legislación represiva y la noche definitiva se aguardaba con impotencia.

La movida platense no permaneció ajena al colapso y se fue desvaneciendo paulatinamente. La Negra y Skay se instalaron en el Chaco, el Indio eligió otro lugar tranquilo en la Costa y los que quedaron no pudieron combatir contra la creciente persecución a la libertad para la vida y el arte.

Por un par de años, La Fiesta de la Ricota se suspendió sobre el escenario, pero permaneció intacta en el corazón de cada uno de los que alguna vez habían participado en ella. La tempestad ya estaba en marcha.


LA TRANSICION AL PRIMER DISCO

En 1977, muchos retornan de su breve exilio y La Plata recobra su aliento artístico. Vuelven los músicos, algunos periodistas y regresan a su primer amor aquellos viejos vagabundos de la vida. Ese año, Los Redonditos se reunirán en La Plata y ya no será un reencuentro accidental. Esta vez la alianza es definitiva.

Con algunas caras nuevas en el grupo ( Gabriel Jolivet- guitarra- fue un Redondo de la primera hora, más las chicas del ballet ricotero) largaron finalmente su carrera permanente sobre los escenarios platenses primero y porteños, más tarde.

Fue entonces en 1977 cuando cobró auténtica vida Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. Al principio, subían al escenario, tocaban y servían, a la vez, de marco para que otros se expresaran junto a ellos. Antes del final, seguramente, ya no eran los mismos de comienzo.

Ellos eran seis, a veces fueron quince, o veinte y volvían a ser seis. El grupo se agrandaba, estiraba las tablas pero, de repente, de nuevo se achicaba. Todos podían formar parte en la escena. Poco a poco, Patricio Rey se convirtió en uno de los mayores mitos del rock platense.

Así, con el circo preparado bien a fondo, en el mismísimo 77 debutan como "banda" en el Teatro de Arte y Música de La Plata. La iniciación fue algo traumática. Algunos sectores del público no conocían- o no estaban habituados- a esa forma de participación espontánea y la retroalimentación constante en el espectáculo entre el grupo, los artistas invitados y la gente. El resultado fue cierto descontrol y un poco de violencia. La justa y suficiente como para tener que suspender las funciones siguientes y, de allí en más, algunas puertas se cerraron y fue cada vez más difícil encontrar lugares para su show integral de bailes, monologuistas y mucho rockanroll.

Pero la búsqueda no decayó. Tocaban donde podían o simplemente a solas, para mantener la sangre bien caliente. A fines de 1978 ya estaban, mentalmente, embarcados hacia la Capital, donde debutan en el Centro de Artes y Música, ex Periscopio. En Buenos Aires el clima era diferente. Había mucha política encima del arte o bien se navegaba en la irritante superficialidad. El rock teatral que en otras latitudes alcanzó la masividad, en la Argentina no había podido cultivar más que fracasos y sus cultores siempre quedaban recluídos en el underground o, indefectiblemente desaparecían ante la falta de repercusión. Sin embargo, había nuevas bandas que persistían con este extraño género del que Patricio Rey fue uno de sus más importantes precursores.

Sobre las nuevas alternativas estéticas, musicales y temáticas que el género significaba, alguna vez el Indio dijo: "En los años oscuros, la tarea era crear un ámbito fuera de la pugna política. Estrictamente que tuviera que ver con lo que uno era. Los grupos más politizados, en vez de ideales, hablaban de ideología y tenían una actitud política muy determinada. Para nosotros era importante presentar un show donde hubiera un montón de personajes que tuvieran que ver con distintas formas o géneros de expresión. Era necesario aplicar al máximo la posibilidad de proteger el estado de ánimo por encima de la muerte y la canallada".


ROCKANROLL CIRCUS

De aquella primera época de music-hall queda el recuerdo de la serie de recitales a sala llena que realizaron en el Teatro Margarita Xirgu. A veces un strip tease, o cualquier otra rareza y experiencia surrealista, preludiaban cada presentación de Los Redonditos de Ricota. Mucho más parecido a un filme de Fellini- plagado de personajes extraños y del grotesco- que a un show convencional de rock, las apariciones de la banda se fueron sucediendo con mayor asiduidad mientras crecía la expectativa y adhesión del público.

En esta etapa, la publicidad consistió, básicamente, en la persuasión callejera, algunas inscripciones en las paredes y en los buenos comentarios de la prensa que empezaba a sorprenderse de esa curiosa movida abrigando, a un sólido rockanroll, bien redondito y con una inigualable y áspera voz. De cualquier manera, cada vez más gente se acercaba al círculo en torno a Patricio Rey; porque significaba una experiencia encantadora y se descubrían los síntomas de un fenómeno incalculable.

Apenas habían cumplido el primer año de su aventura por Buenos Aires y otras presentaciones- en la Sala Montserrat y en el Estadio de Atlanta- confirmaban que la banda estaba pisando buen suelo.

Avanzaban sin soportes artificiales y fundaban el crecimiento de su historia en su propuesta, su personalidad y el imprescindible sustento del público, que aumentaba de manera constante con el correr de los conciertos. Para ese entonces, en las presentaciones, el Indio Solari ya desplegaba todo su magnetismo, su voz inconfundible y comenzaba a levantar una asombrosa- casi religiosa- relación con el púbico.

Los viajes a la Capital eran cada vez más seguidos, pero la banda mantenía aún su original costumbre de cambiar ininterrumpidamente los músicos. "Tocábamos con la gente que teníamos a mano", dijo el Indio años después. Gabriel Jolivet, Rodi Castro (teclados), Pucci (batería) y Fenton (bajo) fueron, alguna vez, Redonditos de Ricota. De un concierto a otro podían aparecer cosas nuevas sobre el escenario y muchos músicos intervinieron en la visa del grupo durante sus primeros pasos hacia la construcción del mito.

Pero, además de los músicos y el público, la policía fue otro incondicional seguidor de Los Redonditos de Ricota. Desde sus comienzos, cuando el enfoque teatral del rockanroll reunía a homosexuales, strippers y discursos peligrosos, la policía acompañó muy de cerca sus conciertos.


RIESGO Y PLACER

Iniciados los ochenta, Los Redonditos empezaron a despegarse de toda la parafernalia que los había acompañado prácticamente desde su mismo origen y entendieron que había llegado el momento de sintetizar toda la creatividad y la dinámica de aquel género en una única e individual dosis de potente rockanroll. Toda la gente que trabajaba con Patricio Rey, como Marcia y Claudia Schwartz o las muchachas de Las Ex, se fue apartando e hicieron lo suyo por su cuenta.

Sin el apoyo de otros artistas, prefirieron seguir siendo independientes y no dejaron de presentarse en todos los locales, aún cuando pequeños hayan sido, en que habitara un clima apto para el rock, el riesgo y el placer.

Tocaban en el Teatro Bambalinas, en el Pub Zero, en La Esquina del Sol y en alguna que otra discoteca y el resultado era el mismo en todas partes: Los Redondos eran responsables de un espectáculo lleno de imaginación, que sorprendía y apabullaba a una audición cada vez más devota por su culto ajeno a las tentaciones del sistema. Sus shows eran cada vez más esperados y despertaban un interés creciente de los periodistas convertidos, en poco tiempo, en positivos canales de difusión del mensaje que Patricio Rey guardaba para su público. El sueño de un disco debut, aún no llegaba pero se acercaría a paso firme.

En 1982 el grupo grabó un demo en los estudios RCA. Fue su primera grabación de estudio, la cual tuvo una generosa difusión radial en las FM porteñas. En los shows siguientes se sumaron las presencias que marcarían por un buen tiempo las presentaciones en vivo de la banda: los coros de las Bay Biscuits (Fabiana Cantilo y Vivi Tellas, entre otras) y los monólogos del periodista Enrique Symms.

Durante la campaña electoral de 1983 participaron de un concierto en Parque Lezama en apoyo a la campaña de derechos humanos que proponía el candidato a diputado por la Democracia Cristiana, Augusto Conte.


MUSICA PARA PASTILLAS

GULP Y OKTUBRE

A fines de 1984 (entre shows en pubs como El Depósito, Stud y Latex), Los Redondos se recluyeron en los estudios de grabación para concretar un viejo anhelo de la banda, tan largamente esperado por sus fans. A mediados de 1985, en forma absolutamente independiente, Gulp!, salió a la calle y se transformó en una prueba eficiente del poder de la banda.

En aquellos días decían: "Para la modalidad que encaramos, fue la primera oportunidad que se nos presentó para hacerlo. Pero no lo queríamos hacer de otra manera; no como una producción dependiente, con sus hábitos, reglas, sus armas y todo aquello que para nosotros es difícil tolerar. Sobre todo porque siempre tuvimos la secreta esperanza de poder llegar a lograr los objetivos de otra manera. La prueba es mucho más exigente si no querés integrar el circuito pero igual competir con producciones más fuertes".

El álbum comenzaron vendiéndolo ellos y, más tarde, eligieron personalmente las disquerías que se dedicarían a distribuirlo. Al poco tiempo, todos sus fanáticos los atesoraban como un puñado de oro y las emisoras radiales- primero las llamadas truchas y después las otras- pasaban sus temas. La descompaginada difusión activó el oído y las neuronas de muchos ignotos de la propuesta y la cosa siguió creciendo. Cada ejemplar del disco guardaba un pedazo del infierno que sonaba en vivo y cada canción fue una bandera de la cultura subterránea; se convirtió en una pieza religiosa para los fieles.

Cuando estaba todo preparado para presentar el disco en el Teatro Astros, las autoridades de la sala decidieron levantar las fechas previstas para Los Redondos y agregarlas a la agenda de Valeria Lynch. Ante esta actitud de los empresarios, Los Redondos pudieron llegar, con el mismo propósito, al escenario de Cemento y estrenaron sus nuevos himnos del underground.

A 1985- que fue un gran año para ellos- lo despidieron con un show excepcional en Paladium el 28 de diciembre y de allí en más comenzaron a presentarse con mayor asiduidad, sin dejar espacios tan largos de silencio, como hicieron tiempo atrás (así fueron eligiendo como santuarios sitios como Gracias Nena, La Capilla y Prix D´Ami).

Definitivamente los números extra musicales ya no tenían cabida en sus shows. "Cuando el entorno cambia se debe modificar la propuesta. Con la democracia ya no tenía sentido despotricar contra un sistema que estaba cambiando. Además, se podía tornar reiterativo y perder el efecto de choque", señaló el Indio Solari al hablar sobre la conclusión de la etapa inicial en la historia de Los Redondos. En el debut discográfico la corte de Patricio Rey la formaban el Indio, Skay (guitarra), Willy Crook (saxo), Fargo D´Aviero (guitarra rítmica), Piojo Avalos (batería) y Semilla Bucciarelli (bajo). El surco hacia la masividad ya estaba hundido en la tierra y, ahora, quedaba seguir sembrando con la sencillez, la mística y el punzante sentido del humor que iban encumbrando a Los Redonditos de Ricota. Gulp!, había dejado registrado el particular proceso de gestación y evolución del grupo, y enseguida llegó la renovación.


FUEGOS DE OCTUBRE

En mayo de 1986, Los Redondos, con la consigna de presentar nuevo material, actuaron en Paladium. Efímero fue el nombre que eligieron para llamar a otras magníficas jornadas de rockanroll a su cargo. A fines del mismo año, tras un ciclo en el Centro Parakultural volvieron a su palacio predilecto con la compañía de Andrés Teocharidis en calidad de músico invitado. Este era un tecladista proveniente de la música clásica, que estuvo en los planes del Indio y Skay cuando decidieron implementar algunas modificaciones en la formación.

Después de que en los últimos meses de 1986 prepararon su segundo álbum- Oktubre- removieron la estructura, tras casi tres años de permanecer intacta, y volvieron a la vieja costumbre de intercambiar los integrantes. Tras la grabación de Oktubre abandonó la banda el guitarrista Fargo D´Aviero y lo mismo ocurrió con el baterista PiojoAvalos. A principios de 1987 el tecladista Andrés Teocharidis comenzó a ensayar como miembro estable de la banda pero, durante una estadía temporaria en el norte, sufrió un accidente fatal que terminó con su sueño efímero de ser parte del rockanroll de Los Redondos. Tras el trágico episodio pararon unos meses y volvieron a tocar; esta vez sumando a Walter Sidotti en batería y a Sergio Dawi en saxo, reemplazando a Willy Crook, que se fue con Los Abuelos de la Nada. Al margen de estas modificaciones. Cuando aún no todos habían deglutido los contenidos de Gulp!, Oktubre vuelve a llevar a la agrupación al vinilo. De nuevo con absoluto manejo independiente, el segundo disco alcanza un mejor nivel de grabación y edición y Los Redonditos confirman su fuerza destructora de modelos preestablecidos, su espíritu combativo y el propósito firme de continuar con sus convicciones originales intactas, a pesar de las nuevas circunstancias que los arrimaban cada vez más a la masividad y sus contratiempos. En los shows, sumado al clásico repertorio, aparecen las nuevas canciones. Las presentaciones del álbum no fueron muchas y el suceso se repetía.

La muchedumbre invadía, se descontrolaba y, a veces, constituía el campo adecuado para que la policía siga marchando junto a Los Redondos. La nueva base de Semilla y Walter le dieron a la música y la solvencia rítmica que más necesitaba y los temas de Oktubre fueron recibidos tanto o mejor que los antecesores. Las letras se hicieron mucho más dolorosas y profundas que en el álbum anterior. El Indio Solari afiló sus virtudes como poeta y así pudo captar y transmitir la crisis urbana del siglo veinte.
Por uno u otro motivo, Los Redondos continuaban su viaje hacia la gloria... aunque los institucionales no entendieran cómo.


DECADA DE DECADENCIA

UN BAION PARA EL OJO IDIOTA Y BANG! BANG! ESTAS LIQUIDADO

Tras el éxito de Oktubre y quizás para salvaguardar la solidez estructural del grupo, cada vez mas desbandada por los avatares de la popularidad, Los Redondos decretaron un armisticio antes de la edición de sus posteriores álbumes.

Los Redondos se alejaron de los circuitos habituales y dejaron, no por mucho tiempo, un montón de huérfanos a la espera del retorno. Skay y la Negra Poli cruzaron el charco hacia España. Allá, Skay puso sus cuerdas en apoyo de Los Toreros Muertos y los acompañó en una gira nacional pero, cuando le ofrecieron un lugar permanente en su escenario, entendió que su destino no estaba en Europa. Entonces volvieron a Buenos Aires donde, desde hacía un par de meses, el Indio estaba componiendo nuevas canciones y planeando la próxima arremetida. La expectativa que había dejado flotando Oktubre y el nuevo y prolongado silencio, desembarcaron en otra gloriosa fiesta redonda. Ocurrió en Cemento. Los Redondos, a una década de su nacimiento, demostraban que estaban íntegros como siempre y dispuestos a seguir activando su aplanadora creativa y contestataria contra la fuerza injusta de la opulencia, el negocio y el mecanismo como lo habían manifestado los temas del último álbum.

Después del receso (y de memorables conciertos en Caras mas Caras, Teatro Fenix, Paladium y el Coliseo Podestá de La Plata), llegó el tercer álbum. Un baión para el ojo idiota que significó la consagración. Tan alternativo e independiente como sus sucesores, Un Baión... llevó definitivamente a la banda a convertirse en un objeto de consumo popular. Como nunca, en aquel fin de año de 1988, quedaba demostrado que Los Redondos habían llegado enarbolando bien alto un nuevo mito porteño. Esa vez, lo presentaron en el Teatro Bambalinas en cinco shows con lleno absoluto. En este disco la banda sonaba al palo y descubría el buen manejo de las máquinas. Como lo habían hecho tantos hasta ahora, ellos mismos pagaron las horas en el estudio, eligieron los temas a su antojo, se autoprodujeron, inventaron el arte de tapa y se bancaron todos sus propios caprichos, sin un mesías que los castigue ni los salve. De allí en más, la carrera hacia Obras circuló con una velocidad vertiginosa. Cemento, Paladium, Skylab, Pinar de Rocha, Airport, el Cine Fénix y Satisfaction, y hasta alguna incursión en el Radio City de Mar del Plata.

Cada ocasión exigía un lugar más grande para soportar el delirio creciente de los fieles antiguos y los novatos que también se incorporaban al rito. "Un Baión... era la mejor experiencia discográfica de Los Redondos hasta el momento. Sus temas lograron una completa síntesis de la esencia pop de la banda con toda su pasión rockanrolera.

En 1989, tras la edición de su cuarto álbum, Bang! Bang! Estás liquidado, se presentaron en Halley. Para ese entonces, ya no era necesario ser rockero de alma o de boca, ni odiar los aparatos y la música electrónica para unirse a la devoción de Los Redondos. El grupo comenzaba a concentrar una rica heterogeneidad en su audiencia y también aparecían las primeras opiniones sectaristas, por parte de algunos flancos de la prensa y el público, que se enojaban por eso.

En diciembre del mismo año, toda la historia de la banda se agolpó en un solo espacio. Por fin el templo del rock abrió sus puertas para recibir a Los Redondos. La presentación de Bang! Bang! Estás liquidado en el estadio Obras Sanitarias (el 2 de diciembre) resultó, por otro lado, un caótico delirio popular y puso en una encrucijada a Los Redondos sobre sus próximos pasos. El cambio parecía exigir una crisis dolorosa. En Obras, creció el pasto de alimento policial y la crítica de quienes habían juzgado negativamente esta inserción a los modos del gran espectáculo.

Sin embargo, no sin preocuparse por lo que podía volver a ocurrir, Los Redondos decidieron que seis meses más tarde se repitiera otro multitudinario encuentro. En el estadio del Parque Sarmiento, brillaron los furiosos sonidos de Bang! Bang!... en una memorable fiesta.

Entonces se sucedieron las noches de Obras en 1990, en las que Patricio Rey fue amo exclusivo de cada una de ellas. Los temas y álbumes alcanzaron una repercusión que jamás habían tenido. Su popularidad igualó a la de cualquier otro artista que se haya valido de medios más prácticos- pero no mejores ni más eficientes- para obtenerla, y a través de una inigualable estrategia, accedieron a un lugar de privilegio que pocas bandas pudieron alcanzar.

Ya en 1990, despidieron el año (lógicamente en Obras) y mostraron algunos de los temas que integrarían el próximo disco.


REDONDOS AL ROJO VIVO

LA MOSCA Y LA SOPA Y EN DIRECTO

El año 1991 no comenzó del todo bien para Los Redondos. Durante el mes de Abril convocaron una vez más a las bandas al estadio Obras, en una noche que será recordada por mucho tiempo a causa de un trágico episodio: el asesinato de Walter Bulacio, un seguidor incondicional del grupo.

Dentro del recinto todo se desarrolló con absoluta normalidad, pero afuera florecieron los inconvenientes siempre ocurridos y nunca resueltos: la confusión y el viejo fantasma de la represión aparecieron. Walter David Bulacio- diecisiete años y alumno de quinto año del Colegio Bernardino Rivadavia- falleció horas después de haber sido detenido en uno de los numerosos operativos policiales realizados en la noche del 19 de abril en las inmediaciones del estadio Obras Sanitarias, donde Los Redondos se habían presentado.

De allí en más, las versiones contrapuestas (unas se refieren a una severa represión policial, otras niegan cualquier agresión posible) se sucedieron creando un controvertido debate cuyo resultado nunca podrá revertir la tragedia ocurrida.

Después de aquella noche negra y con el hermetismo que siempre los caracterizó, el grupo se encerró en los Estudios Del Cielito para completar la grabación de su quinto y ansiado disco, titulado La mosca y la Sopa. La placa contó con diez temas entre ellos los ya presentados en público. La grabación se llevó a cabo entre octubre del 90 y agosto del 91 y fue varias veces interrumpida por las actuaciones en Obras, las vacaciones- algunos Redondos anduvieron de paseo por España- y el caso Bulacio. En aquel momento, muchos medios (y aún conocidos personajes) reprocharon a la banda su falta de participación en el tema, su negativa a integrar marchas o hacer declaraciones al respecto.

"El tema pasa por otro lado", comentaba entonces la Negra Poli, "Pasa porque se quiere politizar el hecho y explotar a la banda en ese contexto. Nosotros no tenemos ni queremos tener nada que ver con la política, que es siempre el mismo juego sucio y en el que, lamentablemente, entran muchos músicos sin darse cuenta de que están siendo manoseados y usados".

Así, recluídos en los estudios Del Cielito, Los Redondos predicaron con el ejemplo y siguieron trabajando firme "porque nosotros somos músicos y no predicadores o políticos y nuestra profesión es hacer música, arte, y no andar catequizando o dando discursos o servirle de escalera a alguien o usar de escalera a otro".

La producción, como siempre, fue de Patricio Rey, es decir de toda la banda. Gustavo Gauvry, Roberto Fernández y Mario Breuer fueron los técnicos de grabación mientras que Lito Vitale- aportó teclados en Blues de la artillería- y Luis Robinson- de la Mississippi Blues Band- fueron los músicos invitados. El arte de tapa, como no podía ser de otra manera, fue confiado a Rocambole, autor de las cuatro portadas anteriores, y el equipo dirigido por Guillermo Beilinson preparó un videoclip promocional, el segundo en la historia de Los Redondos, "pero con una técnica y elementos diferentes", según aclaró Poli.


AUTOPISTA CENTER

Durante el mes de septiembre se editó en CD el catálogo completo de Los Redondos. Los discos láser de sus cinco placas fueron fabricados en Venezuela y le permitieron a los ricoteros acceder a las diferentes etapas de la banda con una calidad sonora muy superior.

Quienes tuvieron la primicia de ver y escuchar a Los Redondos apenas terminadas las sesiones de grabación fueron los marplatenses. La banda se presentó el 10 de agosto, en el Teatro San Martín de esa ciudad, frente a un auditorio ávido de rockanroll. En tanto las bandas porteñas tuvieran que aguardar un poco más para entrar nuevamente con Patricio Rey. Del 22 al 24 de noviembre, el Indio y sus muchachos volvieron a los escenarios capitalinos para ofrecer una de las series más calientes de conciertos en toda la historia. El grupo congregó a casi 20000 personas en tres funciones a sala llena, llevadas a cabo en Autopista Center, el nuevo galón escogido por Poli y sus secuaces.

En cada uno de los shows, la agrupación presentó oficialmente el material de La Mosca y la Sopa y movilizó a todos con los nuevos himnos, y confirmó su intacto poder de convocatoria.

En aquellos días y después de varios años, la banda decidió salir de su caparazón y ofrecer un par de reportajes a algunos medios especializados donde reafirmaron su postura independiente. Fieles a su costumbre, el día de los inocentes dijeron adiós al 91 junto a su inseparable público en un show que marcó el regreso de Los Redondos a Obras.

El 92 fue un año de escasa actividad para el grupo aunque continuaron con su espíritu nómade a la hora de las presentaciones en vivo. El 1° de mayo se llevó a cabo la ceremonia del reencuentro en el Microestadio de Lanús, deleitando al público con temas clásicos y otros nunca editados como Un tal Brigitte Bardot. La demanda de localidades fue tan grande que debieron agregar dos nuevas funciones.

Algunos meses después la fiesta ricotera continuó en el Microestadio de Racing- en Avellaneda, los días 17, 18 y 19 de julio- en el Centro Municipal de Exposiciones (2 y 3 de octubre) ante más de diez mil personas por noche, después en King Kong, y Stadium, un reducto dedicado al rockanroll ubicado en Almagro. En aquella oportunidad algunos de los que se quedaron afuera sin poder conseguir entradas intentaron ingresar por la fuerza mientras que otros expresaron su bronca arrojando botellas contra los cristales de la entrada. Consecuencia: el lugar cerró sus puertas tan rápidamente como su inauguración, aunque meses más tarde fue reinaugurado.

Sorpresivamente y sin ningún aviso mediante, Los Redondos cerraron el año con En Directo, grabado en vivo durante una de sus tantas actuaciones en Obras, pero dueño de un sonido pobre que dejó bastante que desear.

Durante diciembre se instalaron nuevamente en los estudios Del Cielito para dar los toques a su sexto trabajo discográfico. Antes de ser editado, allegados a la banda señalaban que este disco sorprendería a todos, ya sea a los fanáticos de siempre, a aquellos que nunca mostraron un mínimo interés por su música, a los músicos y a la crítica especializada, porque presentaría una nueva etapa del quinteto, muy distinta a la crudeza típica que siempre los caracterizó.

Por aquel entonces se presumía que el nuevo trabajo sería algo así como una obra conceptual que integrarían dos discos grabados totalmente en Argentina desde diciembre del 92 hasta mediados de 1993, con algunas pausas para tomar distancia y observar con mayor claridad el material.


SALANDO LAS HERIDAS

LOBO SUELTO CORDERO ATADO

Desde el comienzo, Los Redondos trabajaron en función de un nuevo disco que los sorprendió con mucha energía para compartir. Y el resultado estuvo a la vista cuando a fin de 1993 Lobo Suelto, Cordero atado, el primer- y hasta ahora único álbum doble del grupo- invadió las calles.

Si bien las grabaciones se realizaron en nuestro país, en los estudios Del Cielito, una visita del productor Gustavo Gauvry y el técnico de sonido Mario Breuer a los Estados Unidos desembocó en la posibilidad de realizar la masterización de Lobo suelto, Cordero atado en aquel país, hecho que, en medio de la persistente búsqueda de sonido por parte de la banda, no pudo ser más oportuno. Siguieron algunos viajes, y la concreción de la mezcla se efectuó en un estudio de Miami y luego fue completada en Los Angeles.

1993 culminó con dos conciertos en el estadio de Huracán para el asombro de los más prevenidos. Los días 19 y 20 de noviembre, en "La Quema", Patricio Rey derribaron otro muro para seguir creciendo. Ante la necesidad de seguir sumando localidades, los platenses (no sin ensayos y errores anteriores) finamente encontraron una respuesta alternativa. Lejos del césped habitué, tratándose de espectáculos de gran despliegue y convocatorias multitudinarias, Los Redondos hicieron la suya como más les gusta y clavando bandera en un nuevo territorio. Así, las bandas se despidieron del 93 con la sensación de haber pisado, por fin, la tierra prometida.

Mientras tanto, Lobo suelto, Cordero atado ya superaba la suma de 100000 unidades vendidas (cada uno). Nada mal para empezar a pensar en un próspero año nuevo.

Tras unas breves vacaciones, en marzo del 94, el Indio Solari, Skay y compañía, ya hablaban de un regreso a toda orquesta. Al mismo tiempo anunciaban futuras giras por el tantas veces postergado interior del país. El itinerario incluía cruzar el charco hasta llegar a la República Oriental del Uruguay. Finalmente, lo último no pudo ser posible pero el resto se cumpliría a rajatabla y sería una fiesta. Pero faltaba el regreso a Parque Patricios.

Sin otro pretexto que el reencuentro con una puesta escénica similar a la que habían presentado en su primera vez en un etadio de fútbol de esa magnitud, el sábado 14 de mayo Patricio Rey volvió en única función y a total beneficio del mantenimiento de una pasión que no conocía de límites y flaquezas. Cada vez más grandes, en el estadio de Huracán en esa oportunidad la banda presentó el tan solicitado compilado de lo mejor de Lobo suelto, Cordero atado (en el 93 los shows se habían montado para la presentación separada de cada uno). los protagonistas, abajo las otras estrellas, multiplicadas por miles, y una banda sonora encantadora, movilizadora. La crónica de cada semana hablaba de unos clásicos que volvían a vivir en escena y de la vox populi que tapaba tanto la voz del Indio como los deliciosos coros de las Blacanblues. Otro espectáculo para el recuerdo. Con el mejor despliegue de un símil internacional pero con la energía de ida y vuelta de pasiones única e irremplazante. Los Redondos habían vuelto, porque siempre es como la primera vez, y arrasaron.

La fecha- única- en mayo no había sido suficiente para saciar la voracidad de las bandas. Y como lo prometido es deuda, la banda platense comenzó a cumplir con su compromiso de presentarse con mayor asiduidad. Los primeros en disfrutar en carne propia de esta nueva movida de Los Redondos, fue la gente de San Carlos, provincia de Santa Fe, donde el Indio, Skay Beilinson, Walter Sidotti, Semilla Bucciarelli y Sergio Dawi llevaron sus emblemas a una antigua sala cinematográfica donde, alguna vez, habían pasado Fito Paéz y Charly García. Pero aquella noche fue toda para ellos para el público santafesino y para los que se arrimaron, llegando en micros desde varias provincias. Más allá de la General Paz, el huracán platense volvió a pegar, y habría más...


INCENDIO EN PALERMO CHICO

En agosto, el barrio de Palermo era testigo silencioso de un agitado centro de operaciones: ensayos de lo conocido que se mezclaban con pruebas originales de composiciones que iban a venir, pensando en el escenario; desmintiendo cualquier presunción de que se estaba gestando algo nuevo en materia discográfica. Por esos días, Semilla Bucciarelli abandonaba por un rato su instrumento por una muestra plástica callejera y los responsables del 99,9% del arte gráfico de la banda- Rocambole (plástica) y Mariano Larralde (fotografía)- haciéndose eco de la avanzada federalista del grupo, viajaban con su exposición de ilustraciones y fotografías, desde El Taller, en la Capital, al Museo de Bellas Artes de La Plata, hacia el Sur, llegando incluso a General Roca y San Carlos de Bariloche.

Promediando ese mismo mes de agosto, más precisamente los días 12, 13 y 14, Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota llevaron adelante otro de sus acontecimientos hecho en el Teatro San Martín- en ocasión de presentar La Mosca y la Sopa tres años atrás y fieles a su costumbre de pasar por la Felíz con cierta habitualidad y siempre en invierno, llenaron por tres veces la discoteca Go!, con capacidad para albergar unas 3000 almas. A diferencia de lo que habían hecho en sus últimas presentaciones, aquí pusieron sobre las tablas temas inéditos y reflotaron otros de vieja data: el repertorio de Oktubre, que hacía mucho no formaba parte en la lista de temas de los shows. En esta oportunidad los micros- se calcularon setenta- llegaron desde Capital, Rosario y La Pampa, y el público que doblegó la capacidad del local, participó de otro invento de ricota para la ocasión: un magnífico videowall que permitió a los que se quedaron afuera mirar el show como los mejores y protagonizar su propia fiesta. En la cuenta final, Los Redondos pasaron una semana completa en la ciudad atlántica.


MAS ALLÁ DE BUENOS AIRES

De regreso de Mar del Plata, permanecieron guardados e inmersos en su conocido mutismo, tocando y viviendo un tiempo de ideas. Esto es, componiendo y sumando para empezar a pensar en un nuevo disco. En noviembre la olla se destapó, dejando ver los primeros ingredientes de una receta que prometía dejar satisfechos a unos cuantos. Aquello que con tanto hermetismo habían protegido y resguardado en el más absoluto silencio no era otra cosa que los clásicos de siempre, en versiones que reactivaban las canciones de las primerísimas horas de la banda. Las que tocaban menos, las que nunca habían grabado, rarezas, por ejemplo: Mariposa Pontiac, Un tal Brigitte Bardot, Rock del país y Qué mal celo.

Paralelamente al trabajo en estudios, Patricio Rey se preparó con todo para el siguiente encuentro con las bandas. El escenario elegido para la nueva ceremonia fue nuevamente el estadio de Huracán; un reducto que les dió grandes satisfacciones y al que regresaron los días 16 y 17 de diciembre.

1995 fue un año en el que fomentaron el turismo interno y, alejados por vocación propia del candelero, recuperaron buena parte de la mística en que se fundaron. Pergeñaron sus siguientes pasos en el más cerrado y misterioso de los silencios. Algo que, tratándose de Los Redondos, no era ninguna novedad. Al contrario, era el "modus operandi" al cual todos- medios y fans- ya estaban más que acostumbrados.

Tan bien fueron recibidos más allá de Buenos Aires que, quebrando con el ritual de despedir cada año en el estadio de Huracán o cualquier otro reducto porteño, por primera vez decidieron bajar la cortina más allá de la General Paz. De esta manera, el grupo cerró el 95 los días 8 y 9 de diciembre en la discoteca Costa Chaval en la ciudad de Concordia, Entre Ríos. "Es la primera vez que vamos a Entre Ríos y estamos entusiasmadísimos preparando todo. Cada vez nos gusta más tocar en el interior del país", confesaba Poli por aquellos días. Por eso abandonaron por un tiempito la grabación del nuevo disco y están ensayando para estos shows que son los últimos del 95. Va a ser la fiesta de despedida del año.

Una vez que ambos conciertos fueron parte del recuerdo, durante los primeros meses de 1996 el grupo regresó a estudios para terminar de pulir un trabajo que comenzó a tomar forma muy lejos de Argentina...


PANTALLA DEL MUNDO NUEVO

LUZBELITO Y ULTIMO BONDI A FINISTERRE

Los últimos años- más allá de algún episodio repudiable, como el de Olavarría- fueron tranquilos para Los Redondos. Luzbelito y Ultimo bondi a Finisterre trajeron consigo himnos inmediatos para las bandas. En estas páginas, los acontecimientos mas recientes de un sentimiento que mueve multitudes.

Luzbelito, como todo disco redondo, nació de la alquimia entre el Indio Solari y Skay Beilinson. Un año de labor desde las primeras bases hasta la edición final tuvieron capítulos entre los que figuran "demos hogareños" y un viaje a San Pablo, Brasil donde se encontraron con el bajista Néstor Madrid: un ex ricotero de la primera época (la base se completaba con el baterista Guillermo Midolla). Como siempre, en los estudios El Pie se enfrentaron a la personal tarea de grabar sin plazos. Una vez más se asociaron con el ingeniero de sonido Mario Breuer, quién en esa oportunidad trabajó junto a Eduardo Herrera. A la tradicional formación sonora ricotera- Skay, guitarra; Walter Sidotti en batería; Semilla Bucciarelli en bajo; Sergio Dawi en saxo y el Indio en voz- se incorporó la participación en teclados de Lito Vitale en tres de los temas del álbum.

La producción del disco corrió por cuenta de la banda que, gracias a la experiencia acumulada a lo largo de los años, intentó exprimir al máximo las posibilidades de la consola. La mezcla final se concretó en Florida, Estados Unidos, donde se trasladó la dupla Beilinson-Solari. A la hora de caracterizar el sonido del nuevo material, Poli no dudaba en hablar de claridad y, luego prometer un sonido completamente distinto a loa álbumes anteriores. La presentación oficial de Luzbelito se realizó en la ciudad de Mar del Plata, en el gimnasio Olímpico, y ya en 1997, el 14 de junio Los Redondos volvieron a tocar en el anfiteatro Municipal Centenario de Villa María, Córdoba.

En el mes de agosto de1997 Los Redondos llegan a la ciudad de Olavarría. Con las entradas ya vendidas, el lugar ya alquilado y un montón de chicos ya instalados en el lugar ocurre lo insólito, dos días antes de los shows el intendente de Olavarría, el señor Helios Eseverri, firma un decreto que prohibe la actuación de Los Redondos. La inconcebible decisión de la intendencia de esa ciudad trataba de argumentarse en un supuesto informe las autoridades comunales y policiales, en el cual se hacía hincapié en disturbios que podían llegar a ocurrir. Mientras Los Redondos presentan un recurso de amparo ante la justicia, los "redonditos" seguían llegando a Olavarría con la ilusión de que la prohibición se levante. Al darse cuenta que no contaban con el apoyo de la justicia y con miles de chicos instalados en la puerta del hotel y otros miles en camino, Los Redondos deciden dar su primera conferencia de prensa, cuyo mayor objetivo es poder comunicarse con su gente. A este hecho histórico le siguió una aparición del Indio en la puerta del hotel para hablar cara a cara con los chicos. Así habló Carlos Solari: "Esta situación es descabellada y por eso nos interesa pedirle disculpas a los chicos. Además, no nos vamos a ir hasta que no se vayan ellos".
Los pibes de Olavarría ya saben a quién apuntar cuando el día de mañana no puedan decir "Los Redondos tocaron acá"

A modo de desacuerdo con la prohibición en Olavarría fueron varios los intendentes que a favor de Los Redondos ofrecieron sus ciudades para los shows. Entonces, Tandil es el sitio elegido. Ahí estuvieron los músicos y su gente haciendo lo suyo: un rock and roll crudo, una poesía dura y áspera y dándole forma al mito más sagrado bajo la torrencial lluvia. Nada importó. La fiesta alimentaba las llamas de pasión en los corazones redondos. que desgarraban sus gargantas vomitando la impotencia contenida en la cercana Olavarría.

El 13 de diciembre de 1997 llegaría el turno del Estadio de Colón de Santa Fé. Otra vez lluvia. Y otra vez misa. Más de 20.000 seguidores incondicionales en un nuevo tradicional encuentro con Patricio.


RACING DE RICOTA

1998 los encontró todo el año trabajando en Ultimo bondi a Finisterre. Hacia marzo, en el transcurso de una entrevista en un programa deportivo, el presidente del Club Atlético Racing, Daniel Lalín dijo: "Estoy conversando con Poli, y si todo va bien Los Redondos van a tocar en Racing en junio o julio". Era el anticipo del regreso del grupo a la Capital Federal (o lo más cerca posible) a cuatro años del último show que habían dado en la cancha de Huracán.

El éxodo ricotero continuó con un nuevo capítulo en Villa María, el 23 de mayo, costumbre que puso al grupo al frente de un ritual absolutamente particular que sólo admite parangón con lo que los hippies de The Gratefull Dead habían conseguido en los Estados Unidos al movilizar de una costa a otra a los deadheads.

Ultimo bondi a Finisterre, el disco número diez de Los Redondos, fue la excusa perfecta para cerrar 1998. Curiosamente, cuando el firmamento rockero local brilla con algunos grupos que comulgan en cierto punto con la estética ricotera, Los Redondos pegaron un volantazo y sorprendieron con un conjunto de canciones de corte pop, donde las melodías reemplazaron a los riffs y las guitarras cedieron terreno ante el avance de las máquinas y los teclados. Sin convertirse en una banda tecno- esa no fue la intención- la agrupación platense logró ponerse al día en materia de sonido con un disco cuyo espectacular packaging- siempre a cargo de Rocambole- simula un CD-ROM.
Récord de ventas en su primera semana, Finisterre... provovó reacciones de las más diversas entre el público y la prensa. "En este trabajo, el sonido, que parece una novedad, en nuestros demos está desde hace mucho. Yo ya componía a partir de la computadora y el sampler y después reemplazaba la programación por la banda, pero quedaban muchas texturas por el camino. Ahora decidimos dejar las cosas sin que el pulso rockero de Los Redondos se apoderara tanto del asunto. Nos dimos el gusto de hacer un producto no estándar", declararía el Indio a un importante diario capitalino, a fin de año.

Finalmente, los días 18 y 19 de diciembre, Los Redondos volvieron a tocar en las cercanías de Capital y confirmaron su vigencia ante 40000 personas por noche en el estadio de Racing Club.
El hecho de que en dichos conciertos interpretaran la mayor parte de Ultimo bondi... casi sin intercalar temas viejos permitió descubrir no sólo sus enormes deseos de llevar sus estrenos al vivo sino también el excelente ensamble entre todos sus componentes. Así, Los Redondos se dieron el gusto de volver a montar su celebración ricotera muy cerquita de Capital, dejando abierta la posibilidad de un futuro y no tan lejano encuentro. Seguramente, el de Avellaneda, no haya sido aún el Ultimo bondi en la vida de Patricio Rey, un auténtico e incólume fenómeno de masas

Después de los incidentes en Mar del Plata, le tocó el turno a River, donde se brindaron dos shows magníficos, y se registraron nuevos hechos de violencia. Esta vez entre los seguidores de Patricio, dejando un saldo de varios heridos y un muerto, el mismo que había dado comienzo a los incidentes, quien falleció días después a los shows en un hospital, víctima de las lesiones que le propinaron los demás fieles ricoteros cuando le quitaron el arma blanca que portaba y la usaron en su contra.

Sin embargo, los shows en River no tienen parangón en la historia del rock nacional y en un gran atrevimiento nos animamos a decir internacional también, porque ni siquiera los Rolling Stones llenaron el estadio de River de semejante manera, la manera redonda. 140.000 personas le dijeron presente a Patricio Rey en dos nuevas misas paganas.


ENCANDILANDO A LA MUERTE

La contundencia de la banda de las bandas ya es innegable. Ni siquiera la profunda crisis detiene el Woodstock itinerante ante cada nueva misa. La aparición de MOMO SAMPLER, a fines del 2000, marca la postura definitiva de la banda de no responder a los cánones del rock tradicional, sino que se aferran a su viejo precepto de la evolución constante. Momo Sampler se basa en el concepto de la Impostura y trae excelentes canciones musicalmente impecables, de poesía cruda, dura y exquisita a la vez.. algo que sólo logran los REDONDOS. Para confirmar la plena vigencia y la necesidad de evadir los focos violentos, la banda elige Montevideo para presentar el disco, en dos noches en el estadio Centenario a fines de abril del 2001. Allí, 25.000 personas cada noche rubrican la estampa más emotiva del rock de todos los tiempos... dos de los mejores shows en el recuerdo de los ricoteros que allí estuvieron.

El regreso al país se produce el 4 de agosto del 2001, esta vez en el estadio Chateau Carreras de la ciudad de Córdoba Capital. La presentación de MOMO... en el país es espectacular. La banda bate todos los records de asistencia y recibe a 50.000 personas en una noche donde todo salió a pedir de boca, exceptuando el accidente de un joven que cayó inexplicablemente al foso y falleció camino al hospital. Sonido, luces, clima, banda y huestes hicieron que Córdoba tenga hoy tatuada la marca de los aguijones de Patricio Rey en su pecho.

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